Hno. Felipe Mancilla
Según 1 Pedro 1:13, tenemos el poder de Dios en nuestras vidas gracias a nuestra fe. Independientemente del tiempo, recordemos que nuestra existencia pertenece a Cristo, guiada por su voluntad y gracia (Romanos 9:15, Efesios 1:3). Es un error creer que Dios ama incondicionalmente al pecador; más bien, su amor está reservado para aquellos que aman a Jesús y obedecen su palabra. El nuevo nacimiento es una obra de Dios, y oramos no porque Él nos necesite, sino porque nosotros necesitamos de Él.
El misterio del nuevo nacimiento
El nacimiento es un misterio divino que nos conecta con Dios de una manera que va más allá de nuestra comprensión humana. Nuestra fe como respuesta a la regeneración divina.
No tenemos la capacidad de encontrar a Dios por nosotros mismos; Él nos atrae hacia Él (Hechos 16:14). Este renacimiento nos incorpora a una naturaleza divina y nos da una esperanza viva. La verdadera señal de un hijo de Dios es su perseverancia en la fe, lo que garantiza nuestra salvación y esperanza viva. Un corazón regenerado siempre estará inclinado hacia Dios, y la seguridad de nuestra salvación proviene del Espíritu Santo, quien da testimonio de nuestra vida.
La base de la regeneración en la resurrección de Cristo
La regeneración se fundamenta en la resurrección de Cristo, como se menciona en 1 Corintios 15:14. La resurrección de Cristo no fue un simple regreso a la vida, sino que fue resucitado con un cuerpo glorioso y divino. Comprender las bendiciones de Dios en nuestra vida nos llena de esperanza y nos diferencia del mundo que vive sin ella.
Vivir con esperanza en Jesús
No podemos vivir como el mundo, sin esperanza. Debemos enfocar nuestros ojos en la vida eterna en Jesús. Esta esperanza viva nos anima a vivir de acuerdo con los principios divinos, sabiendo que nada nos separará de Dios y su salvación. La resurrección de Cristo nos inspira a vivir una vida centrada en Él, confiando en Su amor y gracia para enfrentar cada día con esperanza y fe.
Comments